"Trata de matar a mis demonios, y mis ángeles caerán con ellos".

miércoles, 22 de septiembre de 2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL INVENTO DEL SOL.

¿Como era esto? Ah, ahora así.

Dejame decirte algunas cosas antes de que te pongas a trabajar, un secreto guardado que he guardado entre decenas de libros, de carpetas, de papeles: yo invente aquella estrella azul, que me iluminaba de madrugada.

Si, así como lo lees. Y para que voy a ir con cosas menores, además me invente el mar, mi propia paz y aunque a veces roce el perdón, también me siguen quedando pendientes varios pasos.

Lo jodido de esta historia es que también debo hacerme cargo de mis desiertos, de mis batallas pérdidas y mi indolencia ante las cosas.

En estas conversaciones que he tenido con el imperturbable provocador de la maldición de existir y el hastío de permanecer aun muerto. Yo, invente la dádiva y el billete falso. El deseo y la decepción. La mosca y el diario de domingo con que la matas.

Aunque te parezca raro, conozco a otros creadores en el mismo barrio en el que vivo. Miles. A la mayoría de ellos no les gusta reconocer el tamaño de su angustia. No le parece adecuado aceptar el titulo mas obvio de todos: autor.

Yo prefiero ir derecho, no andar practicando el cinismo en el propio living. No me puedo quejar. Siento que la vida es una sucesión de postales. Una película francesa con música americana de fondo.

Acabo de leer algo que te va a gustar, preciosa. Es de un tipo que murió joven, un escritor del que no había escuchado una palabra hasta ayer, Ignacio Aldecoa. Así comienza su libro mas famoso, con esta prosa arrulle mis sueños delirantes de esta noche fría, y que le robe además a otro tipo que escribe por ahi: “El sudeste lento, cálido, hondo, picaba las aguas de la dársena. Lejana amarilleaba la mar abierta. En el cielo del atardecer se apretaban las nubes como un racimón de mejillones, cordeno y nacarado. Las gaviotas daban gritos estremecidos revoleando el puerto, garreando las olas. Un barco botinero navegaba hacia la linea de atraque: baja la mar, bajo y áspero el run del motor”.

Esta noche los recuerdos me empujan al anden de lo que le viento no va a traer.

He dicho, sigo volviendo a veces a mi barrio. A recorrer esas calles donde los árboles tejían techos allá a lo alto.

Allí esta mi amigo Adrián con su sueño de rock star, y los hermanos Rivas pidiendo permiso para robar. Y nuestras ganas de irnos. Pero nunca de volver, y las viejas del barrio nos miraban con asombro de brujas al sol.

Yo me acuerdo que éramos cachorros asustados ante todo lo que era novedad.

Cuando me pregunten por ellos, por mis amigos, la verdad que no voy a saber que decir. Pero si se que algún día le zapateamos la panza a la muerte. Nos cagamos de risa en su cara...y lo seguimos haciendo.


Esta noche la memoria me esta pasando lista. Pero creo que en algunos casos voy a cantar: “ausente”.