"Trata de matar a mis demonios, y mis ángeles caerán con ellos".

domingo, 22 de agosto de 2010

El aroma de la tristeza

A MI ME HUELE A TRISTEZA.-


A mi la poesía siempre me huele a tristeza.

Tiene a veces un sabor patético, un sabor ocre que se te clava en los dientes, que viste de amarillo las paredes.

Aunque debo reconocer también que es revolucionaria en todos sus sentidos, que otra revolución puede ocupar tanto nuestros sentidos que la creación de la poesía.

Y aunque la respeto, también a veces la detesto, porque quisiera que pudiera llegar a mi lado más salvaje sin vueltas, metáforas, etc. Poder decir en una estrofa: pija, concha, teta, calentura, culo, coger, y que suenen en el mismo sentido que las digo cuando estoy en el medio del climax, sin que pierdan su esencia de salvajismo brutal.

Es decir expresar hasta la última gota de mi ser. Ser deseo y ser a la vez dulzura, ser un violador con rosas en las manos.

Pero al fin de cuentas no pueden caminar de la mano...

Donde esta ese hueco del alma que funciona como un tornado que chupa nuestro valor y despide miedos?

En que rincón de nuestra puta existencia se esconde? Que nos paraliza, nos ancla en tierra. Nos impide llegar....

Prefiero mi lado salvaje, el más honesto. Prefiero el salvajismo del deseo, la osadía de la locura sin límites a la crueldad de las casillas, las normas, el comportamiento debido.

Prefiero chuparte hasta el alma, pasar mi lengua por tu cuerpo hasta verte estallar en un orgasmo, besarte hasta sentir que te mojas en cualquier rincón de un edificio académico, a la tibia y lechosa sensación de que se nos esta pasando la vida en medio del desierto.

Prefiero masturbar mi verga con tu imagen potente despidiendo gemidos y gritos a sentarme a ver la llegada del invierno.....

Si....sigo prefiriendo mi lado más salvaje...

El que me ha ayudado a sobrevivir a tanto desierto....

Nuestro grado de locura.

Dos locos se escapan de un manicomio. Corren. Es de noche, trepan por los techos, y llegan a un lugar donde tienen que saltar para llegar a otro techo, ni muy ancho ni muy angosto. El primero toma carrera y salta. En cambio el segundo se queda parado mirando hacia abajo. Entonces el primero, le dice "y dale salta que no pasa nada".
El segundo, le contesta, mirando hacia abajo: "No, me da miedo es muy ancho y me voy caer".
Entonces el otro le responde "bueno entonces te prendo la linterna y pasas caminando por el haz de luz". Y el otro se empieza a reír a carcajadas "pero vos estas más loco de lo que pensé".
"Por qué?" le dice el primero asombrado.
"Pero te pensas que no me di cuenta que me vas a apagar la linterna a la mitad del camino".......
Siempre me gusto ese chiste. Una mezcla rara, porque sucede que es el final de una historieta. Una de las mejores que se hayan escrito sobre superhéroes que se llama "La broma asesina". Y el tipo que la cuenta es el Guasón, y se lo cuenta a Batman al final de la historia.

Cuando El Guasón esta rendido bajo la lluvia y se abraza y se ríe con Batman, porque Batman también se ríe. Y la historia termina con los dos abrazados riéndose a carcajadas. Mientras la lluvia cae y la imagen de los dos se hace difusa.

El tema es que todos tenemos un grado de locura, sólo depende de que lado estés de la abertura. Ah y si ténes en tu poder la linterna.

domingo, 15 de agosto de 2010

Partículas Imperceptibles...

PARTICULAS IMPERCEPTIBLES.-

“Somos una ínfima parte del todo” le dijo al oído, percibiendo el suave aroma de su pelo, y mirando la inmensidad que los rodeaba. Y se apoyo una vez más en su cintura.

“Pero por un día me gustaría que soñaras conmigo que no somos parte, que al final podemos ser el todo”.

Y ella lo miro asombrada, y un brillo de estrellas polares le cruzo por los ojos.

Se unieron, se fusionaron. Se duplicaron, porque al estar juntos en ese momento eran uno y dejaron de ser partículas imperceptibles en el universo para ser por esa vez el universo mismo.

Una nebulosa hecha de estrellas táctiles, una constelación de suspiros poblaba el aire.

Estallidos de colores, estrellas fugaces en el amanecer.

Fueron las partículas que se atrevieron a soñar en ser el todo, y dejar por una buena vez de ser parte del todo.

Y mientras se alejaban el uno del otro, mientras volvían a sus roles, el volvió cantando por lo bajo “somos de una especie que desaparece. Hasta nuestras diferencias se parecen”. Pero ella no lo supo, como tampoco pudo ver, como misteriosamente en la espalda le habían comenzado a crecer dos alas de mariposa.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Un dulce adiós.....

"Fue un agosto largo y frio. Y encima a usted se le ocurrió llegar de madrugada" le dice ella.

"Si todavía me acuerdo" sentada en una destartalada silla, que hace juego con todo lo destartalado que los rodea. Más la inmensa cantidad de malvones y margaritas, y unas parras añosas. Y esos enormes árboles de nombre guaraní, que ella siempre le dijo que se llamaban pimientos.
Le habla con la misma voz cristalina que él recuerda, que lo arrullaba por las noches. Y esas frases tan únicas, tan suyas. Como ese "m hijito", que suena en esa voz tan única.
Lo mira como miró siempre la vida, como si estuviera siempre frente al mar, con esa mirada que puede traspasar todo, que llega al horizonte. Pero el tiempo es impiadoso hasta con aquellos que tienen coraje.
Su cuerpo se fue achicando, como una duna que ha soportado centenares de vientos, de brisas. Se le ha ido gastando, y con él –también- se le ha ido parte de la memoria, como si también quisiera volar a otros lugares o finalmente descansar.
Repite una y mil veces las mismas anécdotas, y las cuenta con la misma pasión de la primera vez.
"Fue un agosto frío y largo. Y encima a usted se le ocurrió llegar de madrugada" dice de nuevo, y esta vez lo acompaña con una risa suave, casi frágil, como esas flores que nacen en la estepa.
Un mezquino sol les entibia los perfiles, pero a él lo entibia más esa mano que se pasea por las suyas, que suavemente le acomoda los cabellos y le acaricia la espalda.
"Eran tan chicos. Me acuerdo que se dormían conmigo" y la mirada se traslada a otras postales de la vida.
"Pero vio en esta familia los hombres siempre se van. Si hasta el cacique se murió ahora estamos solas" dice recordando aquel perro de pelaje raro y de raza incierta, que llego del sur y que se convirtió en su acompañante más fiel.
Las manos son sarmientosas, como si las parras del patio hubieran tejido nidos en ellas.
"Cuando se va a venir para acá" le dice. Y él no se anima a decirle que nunca. Que esa ciudad es la mejor muestra de la Argentina, que primero te expulsa y que después te añora. Pero que sobre todas las cosas con sus perjuicios: expulsa.
"Algún día abuela...algún día" le miente.
Ella lo sabe. Siempre lo supo. Pero se niega a esa posibilidad. Se acomoda en la sila y lo mira como si fuese un niño. Y el se siente de nuevo un niño. La ve florecer en esas plantas que están en el patio. La huele en las mañanas de invierno, cuando recién despertaba. Está en todas esos mosaicos de su memoria.
La ve peleando con las vecinas resentidas, que le enrostran en la cara que sus nietos son unos "guachos", los únicos de ese tradicional, católico y ortodoxo barrio, donde las miserias se lavaban puertas adentro, cuyos padres no existen, no están.

Las viejas brujas dueñas de esas cuadras, que todo lo veían, veían en esos pibes el mal.
Y ella, allí, defendiendo su castillo, a fuerza de escobazos y saliva.
Ahora la ve con la misma expresión de coraje. De valor, aun cuando los años le pesan tanto que le han encorvado la espalda.
"Usted sabe que esta siempre va a ser su casa. No importa lo que pase usted siempre va a tener un lugar" le dice y una inundación de perlas saladas le arrebata los ojos. La abraza, y partículas imperceptibles de sus almas se funden, porque sólo ellos saben cuantas tormentas han capeado.
Y después de la emoción, se recuesta en la silla con la cara al sol tibio. El, la mira como se va durmiendo, despacito como se van apagando las velas. La besa en la frente, y un largo adiós sacude la estancia como una bandada de pájaros emigrando en primavera.