"Trata de matar a mis demonios, y mis ángeles caerán con ellos".

jueves, 5 de enero de 2012

De un montón de escombros no se puede construir un edificio, lo aprendí tarde, y además lo aprendí mal. Como dice mi amiga Cecilia, tiendo a adjetivar demasiado las oraciones a buscarle ese otro costado a las cosas. Para ella un cuadrado es un cuadrado y no un cuadrado negro o con salientes puntiagueadas. Es sólo eso un simple cuadrado.

Como te decía, de un montón de escombros no se puede construir un edificio. Porque ya son ruinas, ya fueron parte de algo, y es muy difícil que sean parte de un todo nuevo, limpio, impoluto, sin manchas. A lo sumo podrán adornar algo, pero siempre remitirán a lo que fueron y no a lo que pretenden ser.

Porque ya esta en su esencia lo que han sido, y no lo que pueden ser.

Cuando uno les mira dice: mira como quedaron; y hasta ellos se convencen de lo que fueron, de que formaron parte de algo bello, de lo que jamás volverán a ser. Pero sigue en ellos la persistencia de haber sido parte esa forma.

Yo ya no puedo con lo que soy, para ser sincero. Y no digo en el exterior, ni tampoco en parte de mi profundidad. Digo en lo profundo de mi esencia, porque a fuerza de desventuras, de desafíos nuevos que me propone o me pone, mejor dicho, a cada paso la existencia –destino y vida están sobrevalorados- he dinamitado con paciencia, con un esmero de minero, cada reto que se ha puesto por delante. Y no es que haya salido triunfante.

Quien lo podría decir. Digo quien podría salir a gritar a los cuatro u ocho o a todas las variaciones ventosas que ha salido triunfante.

Sin en cada relación, en cada nuevo intento, dejas un poco de piel. Y no es que renazca como la de las serpientes. Por el contrario.

A principios de los 90, cuando el mundo no tenía límites, y aún cuando el país se asomaba de nuevo al abismo. Pensé, como cuando era chico, que aún podía arrasar con todo al alrededor, que no había fronteras.

Pero un día me desayune solo, en un pueblo perdido en el medio de la nada. Y un pueblo con mucho sabor a nada.

Y allí de nuevo, comencé el camino de la reconstrucción. Fue arduo ajetreado. Sin pausas, y con más excesos que paciencia. La cual a rigor, de verdad, nunca ha sido una de mis principales virtudes, de hecho si las hay.

No hay comentarios:

Publicar un comentario